miércoles, 21 de abril de 2010

El rostro de Dios

“Debemos ver el rostro de Dios cada mañana antes de ver el rostro de los hombres. Si tienes tantas cosas que hacer que no te queda tiempo para orar, créeme, tienes más cosas de las que Dios desea que tengas”.

D. L. Moody

El rostro de Dios

El Señor le dijo a Samuel: ¿Cuánto tiempo vas a quedarte llorando por Saúl, si ya lo he rechazado como rey de Israel? Mejor llena de aceite tu cuerno, y ponte en camino. Voy a enviarte a Belén, a la casa de Isaí, pues he escogido como rey a uno de sus hijos.

Isaí le presentó a siete de sus hijos, pero Samuel le dijo:

El Señor no ha escogido a ninguno de ellos. ¿Son éstos todos tus hijos?

Queda el más pequeño respondió Isaí, pero está cuidando el rebaño.

Manda a buscarlo insistió Samuel, que no podemos continuar hasta que él llegue.

Isaí mandó a buscarlo, y se lo trajeron. Era buen mozo, trigueño y de buena presencia. El Señor le dijo a Samuel: Éste es; levántate y úngelo.

Samuel tomó el cuerno de aceite y ungió al joven en presencia de sus hermanos. Entonces el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día estuvo con él. Luego Samuel regresó a Ramá.

1 Samuel 16:1,10-13 (NVI)

El rostro de Dios, como lo dijo Moody, debemos verlo cada mañana, es decir cada día, si profesamos ser cristianos. Así como David vivía en la presencia de Dios todos los días, era el menor de ocho hermanos, era muy joven, al parecer sin experiencia de la vida pero Dios le había elegido a Él como el nuevo rey de Israel, había desechado a Saúl y ahora mandaba al Profeta Samuel a ungirle como rey, el menor de todos sería el mayor.

Y así sucedió al entrar David en la habitación, Dios le dijo a Samuel “este es” entonces Samuel tomo su redoma y le ungió en presencia de sus hermanos, no sabían en ese momento a cabalidad lo que sucedió, ni cuánto tiempo pasaría hasta que se cumpliera aquella promesa, pero sucedió algo especial en David, ahora el Espíritu del Señor estaba sobre Él como en algún momento estuvo con Saúl, de Él dependía que aquella presencia permanezca sobre Él.

Entonces David le dijo a Saúl: ¡Nadie tiene por qué desanimarse a causa de este filisteo! Yo mismo iré a pelear contra él. ¡Cómo vas a pelear tú solo contra este filisteo! Replicó Saúl. No eres más que un muchacho, mientras que él ha sido un guerrero toda la vida.

David le respondió: A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño, yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo. Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente. El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo.

Anda, pues dijo Saúl, y que el Señor te acompañe.

1 Samuel 17:32-37 (NVI)

El momento de la prueba llegaba, el filisteo Goliat retaba a los israelitas y nadie se ponía en frente de él porque temían su gran estatura y habilidad. Pero no así David, al escuchar las palabras del filisteo, su corazón ardió pues el Espíritu del Señor no le dejaba estar sin hacer nada ante tal provocación.

Pronto fue donde Saúl y se ofreció a luchar contra el gigante; seguro de ganar, pues confiaba en Dios quien le había librado de osos y leones más fuertes que él. Saúl al principio no creyó en la victoria pues veía a David y solo veía a un pequeño, pues era bastante joven, algunos analistas bíblicos creen que debió tener como unos 15 ó 16 años.

David se ciñó la espada sobre la armadura e intentó caminar, pero no pudo porque no estaba acostumbrado. No puedo andar con todo esto le dijo a Saúl; no estoy entrenado para ello.

De modo que se quitó todo aquello, tomó su bastón, fue al río a escoger cinco piedras lisas, y las metió en su bolsa de pastor. Luego, honda en mano, se acercó al filisteo.

Éste, por su parte, también avanzaba hacia David detrás de su escudero.

Le echó una mirada a David y, al darse cuenta de que era apenas un muchacho, trigueño y buen mozo, con desprecio le dijo: ¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme con palos? Y maldiciendo a David en nombre de sus dioses, añadió: ¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo! David le contestó: Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor *Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado. Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel.

Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos.

En cuanto el filisteo avanzó para acercarse a David y enfrentarse con él, también éste corrió rápidamente hacia la línea de batalla para hacerle frente.

Metiendo la mano en su bolsa sacó una piedra, y con la honda se la lanzó al filisteo, hiriéndolo en la frente. Con la piedra incrustada entre ceja y ceja, el filisteo cayó de bruces al suelo. Así fue como David triunfó sobre el filisteo: lo hirió de muerte con una honda y una piedra, y sin empuñar la espada.

Luego corrió a donde estaba el filisteo, le quitó la espada y, desenvainándola, lo remató con ella y le cortó la cabeza. Cuando los filisteos vieron que su héroe había muerto, salieron corriendo.

1 Samuel 17:39-51 (NVI)

Así David lograba una gran victoria, no solo para él sino para Israel, el gigante cayó ante la fe del pequeño joven que le enfrento solo porque puso su confianza en Dios, a pesar de las intimidaciones, de los temores y de la responsabilidad que aquello implica. De esta manera David mostraba que tenía tiempos con Dios, tie3mpos de mirar su rostro y creerle, su vida comenzaba a cambiar, no sería el mismo desde aquel día.

Con todo, David pensaba: Un día de éstos voy a morir a manos de Saúl. Lo mejor que puedo hacer es huir a la tierra de los filisteos. Así Saúl se cansará de buscarme por el territorio de Israel, y podré escapar de sus manos."

1 Samuel 27:1

Habían pasado casi 15 años desde aquel ungimiento que le hizo Samuel, desde aquella gran victoria que dio a Israel combatiendo y matando al gigante Goliat, Samuel había ya muerto y tenía un grupo de 600 hombres que le seguían con sus familias y lo peor de todo es que Saúl al saber que Dios lo eligió comenzó a perseguirle tratando de matarle, iba de un lugar a otro como fugitivo, no tenía estabilidad para él ni para sus esposas, la situación se había tornado totalmente adverso a tal punto que llega un momento en el cual teme por su vida, está cansado de huir, y baja los brazos escapando a Gat de los filisteos.

David vivió en territorio filisteo un año y cuatro meses. Acostumbraba salir en campaña con sus hombres para saquear a los guesureos, guirzitas y amalecitas, pueblos que durante mucho tiempo habían habitado la zona que se extiende hacia Sur y hasta el país de Egipto.

Cada vez que David atacaba la región, no dejaba a nadie con vida, ni hombre ni mujer. Antes de regresar a donde estaba Aquis se apoderaba de ovejas, vacas, asnos y camellos, y hasta de la ropa que vestían.

Si Aquis le preguntaba: "¿Qué región saqueaste hoy?", David le respondía: "La del sur de Judá"; o bien: "La del sur de Jeramel"; o "La del sur, donde viven los quenitas".

David no dejaba con vida ni a hombre ni a mujer, pues pensaba que si llevaba prisioneros a Gat lo denunciarían por lo que estaba haciendo. Éste fue su patrón de conducta todo el tiempo que estuvo en territorio filisteo. Aquis, por su parte, confiaba en David y se decía: "David se está haciendo odioso a los israelitas, su propia gente. Sin duda me servirá para siempre."

1 Samuel 27:7-12

David había declinado en su vida, se había vuelto un asesino mentiroso, fueron 16 meses los que llevó esta vida de merodeador mostrando una faceta falsa ante Aquis rey de los filisteos que se encontraban en Gat. A tal punto mostro su engaño que Aquis creía que David asaltaba ciudades de Judá por lo cual estaría a su lado siempre, sin saber exactamente lo que hacía David.

Ahí estaba David viviendo una vida falsa, una vida de mentira, lejos de su pueblo, lejos de Dios. Quizá el cansancio de muchos años de persecución, el no ver esa promesa todavía cumplida o simplemente el tratar de buscar un poco de paz para él y para los suyos, pero cayó en este engaño por mucho tiempo, hasta que Dios tuvo que intervenir.

Por aquel tiempo, los filisteos reunieron sus tropas para ir a la guerra contra Israel. Por lo tanto, Aquis le dijo a David: Quiero que sepas que tú y tus hombres saldrán conmigo a la guerra.

Está bien respondió David. Ya verá Su Majestad de lo que es capaz este siervo suyo.

Si es así añadió Aquis, de ahora en adelante te nombro mi guardaespaldas.

1 Samuel 28:1-2

Allí estaba David listo para guerrear contra su propio pueblo, contra el pueblo del cual tenía que ser rey, alejándose más y más de la voluntad de Dios, alejándose del rostro del Dios en el cual confiaba, fua un tiempo muy difícil aunque parecía que había hallado una aparente tranquilidad y confianza.

Los filisteos reunieron a todas sus tropas en Afec. Los israelitas, por su parte, acamparon junto al manantial que está en Jezrel.

Los jefes filisteos avanzaban en compañías de cien y de mil soldados, seguidos de Aquis y de David y sus hombres.

Y estos hebreos, ¿qué hacen aquí? Preguntaron los generales filisteos.

Aquis les respondió: ¿No se dan cuenta de que éste es David, quien antes estuvo al servicio de Saúl, rey de Israel? Hace ya más de un año que está conmigo, y desde el primer día que se unió a nosotros no he visto nada que me haga desconfiar de él.

Pero los generales filisteos, enojados con Aquis, le ordenaron: Despídelo; que regrese al lugar que le diste. No dejes que nos acompañe en la batalla, no sea que en medio del combate se vuelva contra nosotros. ¿Qué mejor manera tendría de reconciliarse con su señor, que llevándole las cabezas de estos soldados?

Así que al día siguiente David y sus hombres se levantaron temprano para regresar al país filisteo. Por su parte, los filisteos avanzaron hacia Jezrel.

1 Samuel 29:1-4, 11

Dios tuvo que intervenir, los propios filisteos veían en él un peligro, sabían que él hacia la diferencia, se daban cuenta de que David no era uno más, tenía algo especial, tenía a Dios en su corazón. Así Dios retiro a David del lugar, tenía otra sorpresa para el, no lo quería lejos quería a David cerca.

Al tercer día David y sus hombres llegaron a Siclag, pero se encontraron con que los amalecitas habían invadido la región del Néguev y con que, luego de atacar e incendiar a Siclag, habían tomado cautivos a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el más grande hasta el más pequeño. Sin embargo, no habían matado a nadie.

Cuando David y sus hombres llegaron, encontraron que la ciudad había sido quemada, y que sus esposas, hijos e hijas habían sido llevados cautivos.

David y los que estaban con él se pusieron a llorar y a gritar hasta quedarse sin fuerzas.

También habían caído prisioneras dos esposas de David, la jezrelita Ajinoán y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel.

David se alarmó, pues la tropa hablaba de apedrearlo; y es que todos se sentían amargados por la pérdida de sus hijos e hijas. Pero cobró ánimo y puso su confianza en el Señor su Dios.

1 Samuel 30: 1-6

Fueron momentos de mucha angustia los que vivieron David y sus compañeros, fueron lejos de la voluntad de Dios y ahora estaban cosechando los frutos de aquella mala decisión, pero no solo era ello consecuencia de su decisión, había llegado el momento del cumplimiento de la promesa de Dios y David tenía que volver a esa comunión que tuvo con Dios.

Y así sucedió cuando todo parecía perdido, incluso su propia vida estaba en peligro, David se fortaleció en Dios, es decir volvió a poner su confianza en Dios, volvió a acercarse a su creador, volvió a estar cerca del rostro de Dios

David pudo recobrar todo lo que los amalecitas se habían robado, y también rescató a sus dos esposas.

Nada les faltó del botín, ni grande ni pequeño, ni hijos ni hijas, ni ninguna otra cosa de lo que les habían quitado.

1 Samuel 30: 18- 19

Así David no solo rescató todo lo que fue de él sino volvió a poner su confianza en Dios, pues el tiempo de la prueba había terminado, ahora tendría una tarea más difícil de cumplir, para ello debía estar lleno de Dios, como se diría en su presencia, delante de su rostro.

Así muchas veces nosotros entramos en momentos difíciles en nuestra vida, Dios tiene una promesa para nosotros pero para poder cumplirla debemos estar en comunión con él, es por ello que pasamos por un tiempo de prueba, muchas veces corto y otras veces largo, David vivió así alrededor de 15 años, tiempo suficiente para desanimarse, dejar de creer, volver a la vida pasada de pastor, en paz con todos.

Cuán difícil es ver el rostro de dios cada día, muchas veces podemos desmayar, podemos flaquear y ceder ante una vida más cómoda, más tranquila pero lejos de la voluntad de Dios, si hemos fallado recordemos que David siendo como era un varón de fe, cayó pero en la prueba volvió a confiar en su Dios, volvió a estar ante el rostro del Señor es por ello que no nos rindamos y volvamos a luchar junto a Dios, viendo su rostro cada día.